La mayoría de nosotros está involucrado con alguien y muchos comparte un techo. Digo esto para no decir "casados" que no suena tan bien que digamos. Simplemente, vivir con alguien bajo el mismo techo, sean casados, convivientes o pareja del momento; todos con hijos o sin ellos. Eso no es tan importante para lo que quiero transmitir ahora, en el compartir con el ser amado nuestras vidas.
En el amor no hay recetas, ni claves, ni mucho menos libros en donde uno puede encontrar la solución a los pequeños y grandes inconvenientes que provoca el estar viviendo juntos. El "juntarse" demanda muchas cosas, entre ellas dejar de lado los egoísmos. No es tan cierto que cuando uno "se junta" forma un solo ser y no dos. Creo yo que son dos seres, con sus virtudes y defectos que entablan una "negociación" donde se concilia y se realizan un sinnúmero de actividades de diversos tipos, algunas placenteras y otras no tanto.
Este artículo, es tan solo una reflexión muy propia de lo que significa el convivir con alguien que no creció contigo y que nunca terminas por conocer. Es cierto el dicho que reza "A la mujer no hay que entenderla, sino amarla..." ya que que amar lo engloba todo. Cuando dejamos de amar es cuando vienen los problemas.
Aspirar a la tranquilidad cuando decides involucrarte en el amor puede ser algo utópico. Pero no se trata de pensar en las relaciones de pareja como un asunto conflictivo, pero elegir compartir una vida con otra persona trae, muchas veces, innumerables problemas que hay que saber enfrentar.
Uno de esos conflictos que pueden minar el amor es la clásica falta de comunicación, que va desde el carácter de mudo de él o ella, hasta asumir que el otro cree, piensa o siente determinadas cosas –un ejemplo: “anda molesto conmigo, por eso no me habla”–. La pareja que ha llegado a este problema es porque no ha sabido arreglarlo por sí misma, sostiene la psicóloga clínica Taly Mekler.
No podemos "suponer" todo, una acción, un gesto de la pareja, puede significar una cosa muy diferente a lo que podemos imaginar o sospechar.“Cuando uno escoge a una pareja, se debe permitir ser sincero y abandonar los temores y paranoias, dejar de lado esa idea de “qué dirá mi pareja si le digo esto o lo otro’, porque esta es una manera de promover la distancia y lejanía con respecto del otro”, opina Mekler. En lo refrente al sexo, de igual forma, tenemos que tener una fluída comunicación ya que podemos ir sin querer al otro extremo de los gustos de nuestra pareja. Lo que a nosotros los varones puede significar placer o excitación, puede ser no tanto para ellas. La especialista en terapia sexual y de parejas señala que son las mujeres las que suelen decir las cosas claramente, mientras que ellos prefieren evitar los problemas con el silencio. Entonces, la solución pasa por abrirse a la otra persona y hablar sin miedo.
Que quede claro que nadie es el "inventor de la pólvora" y "al mejor cazador se le puede escapar la liebre". Si tenemos una minusválida comunicación o experimentamos una "verbalis interruptus", con un poco de voluntad y sentido común -y sobre todo- con mucho amor, las cosas con ellas (ellos) pueden mejorar.
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